Empezare hablando, cómo no, ¡de la cuarentena! que se ha ido extendiendo en un exponencial que ya estoy por creer que es infinito. Sin embargo, estos días sin salir, y a veces sin estar, me han traído de vuelta a una de mis grandes deudas conmigo misma: la lectura. He aprovechado estos días para navegar entre las páginas de múltiples textos que había ido acumulando y otros más que llegan a mí sin esperarlo. Es precisamente uno de esta última categoría el que me ha puesto a pensar profundamente y que llegó en un momento diría que perfecto para ayudarme a configurar las ideas que surgieron de la más reciente versión de Colombiamoda.
Leía, gracias a un curso que me apunte de materialidades, la obra de Anna Tsing, que a través del rastreo alrededor del mundo de una especie de hongos logra poner sobre la mesa una serie de conceptos que deconstruyen y narran lo humano y lo material. Si bien está lejos del universo de la moda a primera vista, sus planteamientos me parecen más que oportunos para desglosar lo que percibí y, sobre todo, sentí en relación con el que se supone es el evento más importante de la industria de moda en Colombia. Aunque creo profundamente en que las configuraciones estéticas son fundamentales en la creación de las narrativas del diseño y de la vida, y por lo tanto me he dedicado a profundizar en la estética como pilar de la sostenibilidad, no vengo aquí a hacer juicios estéticos ni de valor sobre particularidades sino a analizar el evento -o serie de eventos- desde los conceptos que tomare prestados de Tsing.
Para empezar, podemos recurrir a las palabras de moda, resiliencia y reinvención para catalogar las acciones de Inexmoda para seguir adelante en un esfuerzo por no dejar en el limbo a todas las empresas, marcas y personas que dependen de la realización de este evento, y que en una muestra de responsabilidad y compromiso quisieron persistir en su labor de trabajar para el sistema moda. Los resultados mejores o peores de lo que esperaban las mayorías entran en un debate posterior. Lo que es indudable es la capacidad de respuesta que tuvo la organización ante un panorama que nunca ninguno de nosotros había enfrentado y más con los pormenores de nuestro contexto.
La supervivencia
Mas que resiliencia o reinvención, a mi parecer Inexmoda, Colombiamoda, el sector, están en una carrera por la supervivencia. En palabras de Tsing históricamente esto ha respondido a una narrativa colonizadora de unos contra otros, donde el más fuerte se impone sobre los más débiles, haciendo de esta realidad con la que se han justificado una infinidad de acciones. En esas narrativas, que nos estamos cuestionando hasta ahora, el progreso y el desarrollo debían responder a los intereses individuales, a pesar del otro. Pero no hay una noción más errada que esa, al contrario, realmente la supervivencia, ese esfuerzo por no ser eliminados, responde a la colaboración entre las especies -en este caso los actores- de los sistemas en los que operamos y eso es lo que entendió inexmoda y lo que dejaron percibir la mayoría de los participantes desde sus fallas o sus logros, si queremos seguir en el “camino del progreso” o por lo menos el de la relevancia es necesario que todos estemos dispuestos a trabajar con el otro y por el otro porque los intereses ya no pueden ser individuales y esto implica también asumir las responsabilidades correspondientes.
La precariedad
Ligado a los procesos de supervivencia siempre está la precariedad. Sobrevivir implica lucha, incomodidad, angustia, de ahí que lo precario medie el discurso de la supervivencia y eso se ha evidenciado en esta feria. No lo escribo con el ánimo de burlarme de los resultados que se ven muchas veces primarios y precisamente precarios. Estos resultados a su vez abren la conversación a que situándonos en ese escenario reconocemos que somos vulnerables y esa vulnerabilidad implica al otro, que en este caso es el que nos percibe, el espectador que esta ávido de show y de crítica. Por lo tanto dejamos expreso que ante nuestra vulnerabilidad necesitamos ayuda. Es una declaración más de que necesitamos asociarnos, de ahí que las puestas en escena y los equipos que están detrás de todos estos arreglos reconozcan que necesitan integrarse con otros actores para realmente hacer de la moda y lo que la rodea una construcción multidisciplinar desde lo teórico y desde lo técnico. Porque la precariedad muchas veces no viene del dinero -de su ausencia- sino de la falta de recursos, escenarios y herramientas. Cuando me refiero a lo precario de ninguna manera quiero romantizarlo, sería irresponsable ficcionar sobre las pobrezas ajenas y lo “cómodas que se ven” para justificar el statu quo y tampoco para justificar la mediocridad. Por el contrario, al reconocer lo precario doy espacio para el cambio para la adaptación a nuevas construcciones donde reconozcamos nuestras debilidades y pidamos ayuda. Sobre todo, ahora que hemos comprobado que la moda no es infalible, intocable y que depende más que nunca del otro como agente activo.
La buena contaminación
Al reconocer al otro no como un virus (como diría Foucault) que tiene que ser eliminado sino como un agente nutritivo cambiamos la manera como nos relacionamos y entendemos que este relacionamiento genera contaminación -qué palabra tan terrible- pero en este caso Tsing la propone como una buena contaminación. Tsing dice que la pureza no es una opción, al contrario que de la falta de recombinación es que nacen las enfermedades y es precisamente esa la enfermedad que aqueja a la moda. En esta edición de Colombiamoda vimos la homogenización de las historias que gravitaban alrededor de las tendencias que de manera más o menos ávida todos trataron de traducir en siluetas relajadas para estar en casa, colores neutros y calmos, telas confortables asumiendo la nueva normalidad todavía desde la negación de la realidad. La moda lleva un tiempo en una especie de incesto donde todos recurren a lo mismo para dar los mismos resultados, asegurados a las narrativas de marca por una marquilla que de fe sobre a quién pertenece cada cosa. De ahí que sea imperativo que nos contaminemos, que haya una hibridación. Ya los estados puros son inviables, asumir la información sin cuestionarla, aplicar las tendencias sin desglosarlas, usar la tecnología sin hackearla lleva a la moda a un estado terminal. De ahí que los resultados que se nos fijaron en las retinas y en el imaginario fueron aquellos que decidieron contaminarse, mezclarse con otras disciplinas, con otras historias y con otras maestrías que cambiaran la perspectiva desde donde hasta ahora se asumía la moda, propusieron diversidad (real), exogamia.
Lo relacional
Al referirnos a la buena contaminación surge la necesidad de relacionarse de intercambiar, contenidos, experiencias, capacidades, inclusive identidades y esto podemos hacerlo con los otros al tiempo que con los múltiples “yo” de cada uno. Esto hacia parte de la experiencia física que proveía la feria a sus visitantes, era un espacio que daba las posibilidades del encuentro, de lo espontáneo, donde hay que reconocer que es donde se gestan la mayoría de las ideas poderosas que surgen a posteriori, en mi caso muchas veces espere al final de una charla para abordar al ponente y poder conversar así fuera un par de minutos que me sirvieron para construir más de una propuesta o una amistad. Al volcarnos hacia un encuentro digital es evidente que el rango de participación se amplía, los números aumentan y el espacio virtual se torna casi que ilimitado pero se pierde lo relacional. Somos números mediados por el mismo número de pantallas, donde la información corre en una sola vía y que después se comparte en otras plataformas desde la opinión casi siempre incendiaria. Ligado a la falta de relaciones, una de las grandes fijaciones de lo digital han sido las analíticas, el cuantificar nuestras interacciones, despersonalizarnos para ser un dato quitándonos aún más la agencia de relacionarnos y, como se vio en esta feria salvo contadas experiencias, nuestros encuentros no nos llevaron a la buena contaminación. No nos fuimos con una capa nutritiva más sino que fuimos impermeables y lo relacional fue sustituido por lo transaccional, una experiencia que se hizo inclusive más evidente dentro del Marketplace. En el afán de apalancar los negocios se creyó que la data, la cantidad, el tráfico era suficiente para generar transacciones, pero se olvidaron que desde hace rato, y más en estos momentos, como mencionaban en una de las charlas, el nuevo lujo es lo humano y por tanto lo relacional, porque al convertirnos en estadísticas nos desvisten de identidad, esa que la moda nos ha ayudado a construir innumerables veces.
La narrativa y la cacofonía
¿Entonces qué hacemos? Todos los conceptos anteriores vienen a encontrar su punto de convergencia en la narrativa, en la creación de historias que den fe y cuenta de las realidades, de los sucesos, de los miedos y las emociones que todos los interlocutores vivimos. Parece una respuesta fácil y quizá trillada pero realmente es la única manera de seguir adelante; al contar las historias desde los diferentes universos que las componen apelamos a la personificación del individuo que se puede identificar, lo llevamos a verse a él mismo como el actor, como el usuario, permitimos que se proyecte y anhele no solo el producto sino la experiencia y, si hacemos el ejercicio, podemos ceder inclusive el espacio de creación. La producción de narrativas y aquí enfatizo el plural es lo que permite que no veamos las mismas ideas sobre los mismos escenarios, en esa pluralidad esta la resistencia a volvernos data, a representar solamente un algoritmo expansivo para pasar a ser una cacofonía espectacular de múltiples protagonistas que alzan su propia voz sin necesidad de intermediarios, dejamos de ser una sinfonía que se silencia por su ritmo monótono y que encuentra en el caos una oportunidad para redireccionarse.
Claro está que estos conceptos si no se abordan con cautela pueden resultar aún más contraproducentes, haciendo de lo relacional utilitario, de las narrativas la exotizacion de identidades instrumentalizadas y de la supervivencia el único modo de existir. Sin embargo, creo que a pesar de mis propias cautelas hay espacio para cuestionarnos, analizarnos y proponer desde otras orillas, así como este texto me dio las herramientas para reflexionar sobre Colombiamoda sé que hay muchas otras fuentes desde donde podemos nutrirnos.
Entonces yo replantearía la pregunta inicial con la flexibilidad que me da el idioma y no sería ¿Cómo una reunión se convierte en un evento? Sino ¿Cómo un encuentro se convierte en un suceso? Donde los encuentros implican interacción, contaminación y un suceso conlleva acción, la única manera a mis ojos evidente es a través de las historias profundas que tan ausentes estuvieron en esta versión. Ojalá sea este primer encuentro la motivación para que de ahora en adelante la moda suceda para todos.
El libro al que hago referencia es: Anna Tsing. The mushroom at the end of the world.
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