La moda responde principalmente a una interpretación y construcción visual, y es a través de la mirada que la asimilamos para posteriormente apropiarnos de ella y proyectarla, haciendo así que una de las necesidades fundamentales de la moda sea la creación y renovación constante de iconografías que proporcionan un imaginario fantástico y aspiracional del que queremos hacer parte. Dicho esto, es cada vez más evidente como se engrandece esta prolífica tarea a través de las redes sociales gracias a las múltiples plataformas a las que hoy en día tenemos acceso y que nos hacen sentir partícipes.
Estamos constantemente bombardeados por cantidades inmensurables de información, cosa que en el campo de la moda suele traducirse casi en su totalidad en imágenes que nos proporcionan tanto las marcas como el colectivo. De esta manera, las marcas, con un claro interés comercial, están deseosas de hacerse con nuestra fidelidad y por eso nos plantean escenarios perfectos y recurrentes para que así sean reconocibles y en cierta medida imitables. En esos escenarios, las protagonistas, que podríamos ser nosotras, proyectan un estilo de vida a todas luces deseable, pero donde sólo nos ofrecen el producto de la temporada como el camino para la consecución de “nuestros ideales”.
Son por tanto estas imágenes las que crean una dualidad, pero sobre todo crean una fractura entre la imagen virtual y la realidad: nos hacen desearlas erigiendo nuestros intereses e identidad alrededor de dichas construcciones cuidadosamente manipuladas y no descansamos hasta obtener el tangible que ellas nos ofrecen. Nos hacen creer que de esta manera podremos hacer realidad nuestra aspiración, pero en ese preciso momento nos damos cuenta también que aquel producto que resultaba ser perfecto en la recreación que nos vendieron no proyecta en nuestro entorno lo que debería y es un objeto vacío, que no corresponde a lo que nos dijeron que era.
Así como en la anorexia donde en nuestra cabeza la imagen que vemos no corresponde con la realidad y nos culpamos porque no es así, en la anorexia visual pasa lo mismo: Lo que nos proponen no se iguala con el objeto existente y nos culpamos a nosotros de que así sea, pues hemos perdido la capacidad de discernir entre lo virtual y lo real. Este hecho da como resultado una frustración cada vez más arraigada que da pie a seguir consumiendo lo mismo ya que le damos otra oportunidad a los productos con la esperanza de que en algún momento se correspondan con lo que nos prometieron, encerrándonos en un círculo vicioso que rara vez nos deja la posibilidad de curar nuestra ansiedad ante las imágenes artificiales que se hacen pasar por auténticas.
Debemos hacer una reflexión, porque el principal problema subyace en que muchas veces como consumidores sólo queremos seguir construyendo esa imagen ficticia replicándola nosotros mismos, pues no importa si la realidad no cumple con nuestras expectativas siempre y cuando nuestras propias imágenes construidas respondan a las que nos venden aceptando así que solo valemos por la imagen que imitamos.
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