La sostenibilidad es un lenguaje nuevo y por tanto se necesita lo mismo que para cualquier otro lenguaje. Para eso hay diferentes metodologías o rutas, de las cuales solemos escoger siempre la menos engorrosa. Teniendo en cuenta al lenguaje, como práctica, los invito a hacer un ejercicio de recordación para remitirnos a nuestra infancia, o al aprendizaje de otro idioma. En esos casos, cuando empiezas a hablar reconoces el mar, la playa y le pones esos nombres que los determinan y cuando los escuchas puedes representarlos en tu cabeza; pero luego más adelante sobre esa misma imágen puedes nombrarla como el Caribe o el Mediterráneo con todo lo demás que implican estos nuevos términos porque has entendido las otras asociaciones que vienen de las experiencias inmateriales, es decir de lo vivido y por tanto esa imágen del mar se ha ampliado, se ha complejizado hasta su abstracción.
Trayendo esa experiencia del lenguaje a la moda sostenible, suele pasar que la manera más fácil o el punto de contacto más "agarrable" para aprehenderla sean los materiales que hacen las veces de palabras primarias. Lo hacemos así, sencillamente porque los materiales son perceptibles, los podemos ver, tocar y transformar. Esta materialidad es extremadamente evidente en la moda, donde en la mayoría de los casos dependemos de las telas y los insumos para darle “vida” a nuestras ideas. No sobra decir que a los diseñadores, y cada vez más a los consumidores, se nos ha entrenado con el ojo y cada vez menos con la mano, sin embargo, nuestra propia corporalidad nos inclina hacia los otros tangibles, esos que determinan lo que habitamos que en este caso es la ropa. Por eso, la curiosidad o preocupación por crear y tener y entender la moda -sostenible- llega casi siempre por lo literal, por la asociación directa de lo que nuestros sentidos pueden percibir, y por tanto podemos nombrar y guardar en nuestras memorias con una imágen familiar (no en vano la entrada con más vistan en el blog es la que se refiere a dónde comprar materiales sostenibles). Porque es mucho más sencillo comprender cuando hablamos de algodón o incluso de fibras naturales que tratar de asimilar desde un primer momento otros conceptos, como la circularidad, para lo cual necesitamos entender lo que le precede y así lograr unos niveles de abstracción que se consiguen con el tiempo y sus reverberaciones y que por tanto se perciben menos con la piel y más con las ideas.
A partir de ahí, me surge la duda de cómo ir más allá de los asaltos perpetuos en el ring entre poliester y algodón orgánico y abstraer el lenguaje material de la sostenibilidad y de esta manera abordar las prácticas de lo sostenible no abandonando lo físico pero si superando su univocidad. Desde mis inquietudes y el camino que trato de trazar concibo necesario abordar las siguientes aproximaciones: la teórica, la experimental y la fáctica (la realidad) con la intención de plantear una pregunta, ¿cómo podemos alejarnos de la dependencia material? o dicho de otro modo ¿cómo transformar la relación que tenemos con lo material?
Una vez más, pensando en la sostenibilidad como un lenguaje, solemos llegar a ella casi siempre sin vivirla, solo repitiendo palabras que alguien más dice y siguiendo reglas que nos resultan extrañas pero que a fuerza de repetirlas algún día serán familiares, muchas veces sin entenderlos del todo y como en el lenguaje, este puede ser el camino más extendido pero el menos crítico. Partiendo de este gusto occidental por lo teórico, donde apostamos más de una vez nuestras seguridades ontológicas, la primera aproximación viene a ser precisamente la que proviene de allí, que sistematiza y propone metodologías y evidentemente teorías muchas veces estáticas en donde el papel lo aguanta todo pero prueba poco, donde muchas veces esos ejercicios de pensamiento no son más que eso o sólo son creados como utopías para nunca ser logradas ni retadas pero sobre todo impracticables en los escenarios imperfectos de la realidad. Ej. cradle to cradle.
No es un secreto cómo desde diferentes entornos, entre ellos la academia tradicional, se proyectan un sinnúmero de teorías sobre lo material que nos hablan de sus posibilidades infinitas si tan sólo lo hiciéramos de X o Y manera. Lo paradójico aquí es que en la mayoría de los casos, estas teorías no se mojan las manos, se proyectan en el vacío o en lugares apartados que sirven de laboratorios vivos donde los que pagan las consecuencias nunca pidieron ser partícipes. También es importante resaltar que tradicionalmente los esfuerzos han sido enfocados en como ser más eficientes dentro de los mismos sistemas con la mera intención de mejorarlos pero muy pocas veces de cuestionarlos llevándonos a lugares como la paradoja de jevons.* De ahí que 1) a fuerza de fracasos disfrazados de crecimiento económico hayamos puesto en evidencia que la eficiencia material no es lo que necesita la sostenibilidad y que estas construcciones, que parten del utilitarismo de los recursos, nos han traído hasta un punto crítico y nos han hecho depender de ellos de una manera voraz sin lugar a que exista reciprocidad 2) La distancia entre lo puramente teórico y la experiencia real (léase dentro de las prácticas industriales y sociales) genere brechas sustanciales que constantemente reafirman la aparente ineficacia de plantear otro tipo de sistemas materiales sólo porque no responden a las lógicas del mercado. Una especie de ¡te lo dije, no funciona! que nos hace creer creer que sólo necesitamos ser más eficientes y así volver al punto 1 y ser la serpiente que se muerde la cola.
Dentro del método científico después de identificado un problema y planteada una hipótesis (teoría) es necesario hacer sus comprobaciones, es decir abordar la experimentación la cual representa la siguiente aproximación que quiero abordar. Lo experimental es la posibilidad, el ensueño, el deseo que da cuenta de todos los nuevos desarrollos que de repente nos dan un chispazo de las oportunidades de crear materiales antes nunca pensados, rehacer los conocidos desde nuevas aproximaciones y lograr realmente una trasmutación de la materia: cuero hecho de frutas, zapatos hechos de hongos… me atrevería a decir que estamos en una segunda alquimia donde cada recurso es valioso como nunca antes y transformarlo en algo nuevo es descubrir "oro". Pero lo experimental conlleva un riesgo inevitable, quizá uno que nadie quiere asumir: el error, y es que a fuerza de errores es que se van forjando las realidades y desde nuestros lugares seguros no estamos muy dispuestos a cometerlos. Por eso durante tanto tiempo hemos esperado a que alguien más traiga la solución por tanto, haya asumido sus errores. Esto ha ido cambiando gracias a la convergencia de muchos factores pero sobre todo al deseo de sobrevivir, o al menos de intentarlo, es que ante ese gran conteo regresivo hacia el no retorno muchos han decidido que hay poco que perder y han abierto la puerta a un mundo material hecho desde la cocina de la casa a partir de la observación de lo cotidiano, saliendo de las pantallas para hacer un ejercicio de resistencia untándose las manos. Por fin hemos visto como las alternativas surgen de nuestros modos de ser y de hacer desde lo doméstico, finalmente estamos borrando los límites de quien produce, de cómo lo hace pero sobre todo para qué y así cambiar las dialécticas con las cuáles contamos el mundo que hasta ahora habían sido sólo humanas. Ver La vida secreta de los hongos
Y esta última pregunta, ¿para qué? Es necesaria para plantear lo experimental y así superar lo experimental mismo. No vale que estos descubrimientos se queden solo como experimentos que resultan en anécdotas consecutivas de la alquimia moderna y así darnos palmaditas por haberlo intentado mientras el mundo de la moda sigue haciendo destrozos desde lo material y muy pocas de estas recetas llegan a pasar de los laboratorios caseros; tampoco vale que sean absorbidas por los sistemas estructurales que intentan retar y así mantener el status quo. De ahí que el para qué de estas búsquedas necesite superar lo individual, inclusive lo humano para finalmente entender que no debemos solo mirar los excedentes, los sobrantes o los faltantes que harán posible mantener nuestro estilo de vida, sino posar nuestra mirada en los actores que participan en estas experimentaciones para moldear otras realidades que incluyan claramente lo material pero no desde la apropiación sino desde la sinergia. ver ropa fotosintética
Por último, aunque la experimentación ocurre en la vida real, son ambientes controlados por eso es necesario ver que tal se desenvuelve más cerca del caos de la vida por tanto llegamos a la sostenibilidad en Práctica real. Como en el lenguaje, vemos que la sostenibilidad muchas veces no sigue los manuales y aunque estos sean los que nos den seguridad (como mencionaba antes), son éstos los que tienen que empezar a actualizarse para responder al espíritu que se vive, a lo imprevisible de cualquier presente donde convergen diferentes maneras de existir. La realidad que va íntimamente ligada a lo teórico y a lo experimental, para moldearse, es el lugar donde vemos concretamente cómo están siendo ejecutadas todas estas ideas y experimentaciones, la realidad da cuenta de lo posible 100%. ¿Pero es la realidad de quién?
El problema en este punto gira en torno a la accesibilidad, hemos tendido a creer que ya no se nos niega nada pues todo está disponible en la red, ahora más que nunca el flujo y la generación de información por minuto rebasa nuestra capacidad de consumirla, de apropiarla, por eso, no nos damos cuenta del poco acceso que tenemos a ella desde el día a día para hacerla posible en nuestros entornos. A pesar de las letras gigantes de los carteles de noticias con grandiosos nuevos materiales, la mayoría de nosotros seguimos teniendo a mano lo mismo de siempre ya sea porque o somos muy pequeños para poder acceder a los recursos, las patentes, el conocimiento, porque el contexto nos deja en las periferias mirando pero sin tocar o en el peor de los casos porque nuestras realidades no son valiosas ni validadas.
La última arista de la realidad depende entonces de al servicio de quien está. Un caso interesante es el premio de H&M y cómo junto con otros actores públicos y privados se hacen investigaciones, se financian proyectos y se implementan dentro de las marcas del conglomerado pero nuevamente dentro de la misma lógica de crecimiento y consumo priorizando las realidades materiales que permitan la conservación del status quo es decir la expansión de capital y donde ellos escogen quienes son aptos para ser sus aliados.
Hasta aquí el panorama podría no parecer alentador pues nos demuestra que tenemos una adicción a lo material y a su dominio (quién domina a quién) pero de pronto saliendo de esos límites sea el lugar donde encontremos la manera de entender lo material desde otras visiones más post antropocéntricas y hacer sinergias que abarquen desde lo sociológico hasta lo poético y así curarnos esta adicción. Y es que cómo todos los lenguajes el de la sostenibilidad necesita contaminarse para poder funcionar y adaptarse, necesita narrarse desde lo nativo, lo místico, lo popular y lo cotidiano para poder complementar sus acepciones y estar al servicio de todxs pues de otra manera será una lengua muerta.
La conclusión de estas cavilaciones no puedo plantearla como una verdad absoluta, puede que ni siquiera la tenga en mucho tiempo, lo que está claro es que la respuesta la podemos encontrar en el ejercicio nuestros cuerpos, tocar, sentir, vestir para entender que es eso tangible que nos viste, apreciarlo y contemplarlo para comprender que es finito pero que es vital. Saber que no se trata de uno u otro material sino de los ecosistemas que los soportan y las prácticas que los rodean, que las teorías se tienen que adaptar y la experimentación pasa por escuchar que me está contando el otro, así el otro sea una planta o un hongo. Sólo entendiendo que la sostenibilidad tiene que ser materialista porque eso implica reconocer lo que nos rodea lograremos dejar de explotarlo y de intentar dominarlo para empezar a correlacionarnos .
Lo anterior es una especie de examen al sistema tradicional, a nuestro relacionamiento con lo material desde el sentido crítico de mi hacer, porque en medio de todo he visto oportunidades y narrativas materiales deslumbrantes (casi siempre por su sencillez) y yo misma estoy en el camino de replantearme cómo hago la moda y para qué la hago. Esto es más que nada una declaración de intenciones para el nuevo año, por eso después de tantas analogías solo quiero compartir con ustedes algunos de los recursos que para mi han sido inspiradores, reveladores y me han permitido cuestionar como soy en el entorno y me han dejado aprender otros lenguajes materiales.
Por último quiero enfatizar que mi pensamiento no ronda alrededor de degradar lo físico y lo manual, no intento ponerlo como un conocimiento secundario como se ha hecho durante siglos, sino por el contrario encontrar la manera de generar relaciones de entendimiento donde todos estemos con las manos puestas en la masa, o en la tela y así cuando pensemos en los lenguajes de la sostenibilidad sean desde lo vivencial y poder cambiar los manuales.
RECURSOS:
https://www.materialchange.design/archive
Vengo a participar de tu espacio :)
Me gustó mucho la analogía sobre aprender un nuevo lenguaje y cómo la experiencia del lenguaje se va complejizando conforme nos vamos adentrando más en la experiencia de hablar y de experimentar el mundo a través de esa forma abstracta.
Creo que la materialidad, entendida de una forma muy básica, es la puerta de entrada para muchos al mundo de la sostenibilidad. Pero en principio no relacionamos esa materialdiad con su profunda e indisoluble conexión con la tierra, pues toda materialidad viene de allí. Creo también que, tal como vivimos el lenguaje, nuestra experiencia con la sostenibilidad se va complejizando y volviendo más abarcante conforme nos adentramos en esto. En mi caso, empecé…