Esta es una es una entrada un poco diferente pues se sale del tema de la moda, sin embargo, es completamente apropiada para lo que para mi ha sido la construcción de mi hacer. Este texto que pongo a continuación nació del trabajo conjunto de David Peraza y mio en el año 2008 para un proyecto de la universidad, en ese entonces seguiamos los derroteros de la arquitectura, la cual dejó una profunda huella en mi, y la que sigue siendo la vocación de él. Hace poco y gracias a la cuarentena lo encontré, volví a leerlo y ví como desde antes de yo saberlo se estaba sembrando en mi la inquietud de las luces y las sombras que hasta el dia de hoy me dictan un sendero. Sirvió además para contactarme nuevamente con David y para atar muchos cabos que siempre sentí sueltos pero que ahora más que nunca me sirven de pilares. Espero que puedan sentir las palabras e imaginárselas mas allá de las fotos que las acompañan.
Hemos aprendido que no vale la pena hacer un patio, si no sabemos para que sirve un patio; o lo que es peor, si no sabemos lo que es un patio. Los arquitectos que hoy estudiamos, personas que han escrito historia, cuando proyectaban un cubo sabían lo que era un cubo. Breuer pertenece claramente a este tipo de arquitectos, cada detalle de su obra tiene una razón de ser. Y es ahí cuando la arquitectura se vuelve arte, cuando detrás de cada detalle hay una filosofía que le proporciona sentido a las cosas.
Nos preguntamos, ¿Por qué una casa de campo, pequeña (53 m2, sin contar el porche ni el sótano), con un programa nada pretencioso (una casa de fin de semana para una pareja), es considerada una de las obras maestras de la arquitectura moderna americana? La respuesta: porque en esta casa Breuer sintetizo su filosofía, porque en este pequeño experimento logro materializar los principios que regirían su obra posterior. No necesito de un gran encargo para explicarnos lo que para el debía ser la arquitectura; no, en una casita de 53 m2 dejo claro la filosofía del Sun & Shadow: la filosofía de las tensiones, de los opuestos conviviendo en armonía.
La casa se ubica en medio de un bosque, en claro contraste con el paisaje; no es su intención parecerse a la naturaleza, sus líneas rectas exaltan su origen humano. No se posa sobre el suelo, pero tampoco se eleva sobre pilotes, hace las dos cosas: está al lado de una leve pendiente, lo cual permite que al lado oriente esté en contacto con el suelo, pero al occidente, 11 metros mas allá, quede flotando en el aire, sostenida por una base de piedra. Esta dualidad le permite al que la habita tener un acceso directo desde el terreno, por medio de unas escaleras; pero una vez adentro, la parte elevada le proporciona una mejor vista del paisaje.
La idea de flotar en el aire se ve reforzada por un voladizo que sale 2,5 m al lado izquierdo de la fachada sur, desafiando a la gravedad. Este voladizo, elemento que aparecería después en casi todas las casas de campo de Breuer, fue un experimento llevado a cabo por primera vez en la Chamberlain Cottage. Y fue un experimento porque para la época los voladizos eran una innovación que solo podía ser realizada con el uso del revolucionario concreto. Sin embargo, este voladizo está hecho de madera, un material que junto a la piedra era usado ampliamente en la arquitectura vernácula del lugar. Si, según lo anterior, Breuer logró crear una dualidad entre dos arquitecturas opuestas, la moderna con la vernácula. Esta casa no solo usa los mismos materiales de las cottages de Nueva Inglaterra, sino que también usa una versión modificada la técnica estructural Ballon Frame: con un entramado de listones, arriostrados en ciertos puntos, logra hacer que la madera trabaje con la misma dualidad del concreto: a tensión y comprensión. Y si aumentamos la escala, en los materiales protagonistas de la casa también hay una dualidad de contarios: la madera plana contrasta con lo rugoso de la roca, porque para Breuer así “es mas interesante, mas humano que la pintura roja o blanca sobre una pared lisa, sin nada que la contraste”.
Los materiales antiguos adquieren nuevas propiedades, y cambian su apariencia con los nuevos usos. Pero Breuer no se olvida de los novedosos, como el cristal. Sin el contraste que se puede crear entre los dos, resultara una arquitectura vacía. La solución no es hacer casas de cristal, tampoco volúmenes cerrados a los que no les entre luz. La solución la muestra en la Chamberlain Cottage, donde el volumen principal es perforado por una gran ventana apaisada. Con este equilibrado contraste logra una conexión con el exterior sin sacrificar la privacidad. Un gran alero de 5.8 m por 1.2 m corona este ventanal. La casa esta perfectamente alineada con los puntos cardinales, siendo el eje longitudinal paralelo a la latitud. Lo anterior muestra la importancia de este alero, que permite que en invierno la luz sur del sol entre plenamente a calentar el interior, pero que la brillante luz del verano permanezca afuera. Nuevamente aparece una dualidad, no hay que sacrificar ninguna de las dos luces. Una casa de cristal es perfecta para el invierno, pero la Chamberlain Cottage es perfecta para todo el año.
Es así como esta pequeña casa nos muestra el Sun & Shadow. El juego de las dualidades, de las tensiones; la unión de polos opuestos no modificados, del sol y la sombra, no del sol o la sombra; del blanco y del negro, no del gris. Dice Breuer que el gris es el camino fácil, un camino que no muestra la vida, ya que la vida esta llena de contrastes, lo cual la hace bella y emocionante. Las ideas fuertemente opuestas, pero claramente expresadas, juntas, dan como resultado el verdadero arte.
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